La Fe Católica

Salmos para Orar en la Enfermedad y Sufrimiento

salmos
El hombre ha sido llamado a la alegría, sin embargo carga cotidianamente múltiples formas de dolor y sufrimiento. Y son los enfermos la más clara y frecuente fuente del sufrimiento humano, por esa razón a continuación he recopilado algunos de los Salmos más significativos para leer cuando la enfermedad y el dolor llegan a nuestra vida. En sus palabras, por si mismos, son enormes causes de amor, paz y esperanza en Dios.

Súplica del enfermo grave – Salmo 6

2 Señor, no me reprendas en tu ira, ni me castigues si estás enojado. 3 Ten compasión de mí que estoy sin fuerzas; sáname pues no puedo sostenerme. 4 Aquí estoy sumamente perturbado, y tú, Señor, ¿hasta cuándo?… 5 Vuélvete a mí, Señor, salva mi vida, y líbrame por tu gran compasión. 6 Pues, ¿quién se acordará de ti entre los muertos? ¿Quién te alabará donde reina la muerte? 7 Extenuado estoy de tanto gemir, cada noche empapo mi cama y con mis lágrimas inundo mi lecho. 8 Mis ojos se consumen de tristeza, he envejecido al ver tantos enemigos. 9 Aléjense de mí, ustedes malvados, porque el Señor oyó la voz de mi llanto. 10 El Señor atendió mi súplica, el Señor recogió mi oración. 11 ¡Que todos mis contrarios se confundan, y no puedan reponerse, que en un instante se corran, llenos de vergüenza!

Acción de gracias después de una grave enfermedad – Salmo 30

2 Te alabaré, Señor, porque me has levantado y muy poco se han reído mis contrarios. 3 Señor, Dios mío, clamé a ti y tu me sanaste. 4 Señor, me has sacado de la tumba, me iba a la fosa y me has vuelto a la vida. 5 Que sus fieles canten al Señor, y den gracias a su Nombre santo. 6 Porque su enojo dura unos momentos, y su bondad toda una vida. Al caer la tarde nos visita el llanto, pero a la mañana es un grito de alegría. 7 Cuando me iba bien, decía entre mí: «Nada jamás me perturbará». 8 Por tu favor, Señor, yo me mantenía como plantado en montes poderosos; apenas escondiste tu rostro, vacilé. 9 A ti clamé, Señor, a mi Dios supliqué. 10 «¿Qué ganas si me muero y me bajan al hoyo? ¿Podrá cantar el polvo tu alabanza o pregonar tu fidelidad? 11 ¡Escúchame, Señor, y ten piedad de mí; sé, Señor, mi socorro! 12 Tú has cambiado mi duelo en una danza, me quitaste el luto y me ceñiste de alegría. 13 Así mi corazón te cantará sin callarse jamás ¡Señor, mi Dios, por siempre te alabaré!

Oración confiada en un momento de angustia – Salmo 31

2 A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado: ¡tú que eres justo, ponme a salvo! 3 Inclina tu oído hacia mí, date prisa en librarme. Sé para mí una roca de refugio, el recinto amurallado que me salve. 4 Porque tú eres mi roca y mi fortaleza; por tu nombre me guías y diriges. 5 Sácame de la red que me han tendido, porque eres tú mi refugio. 6 En tus manos encomiendo mi espíritu, y tú, Señor, Dios fiel, me librarás. 7 Aborreces a los que adoran ídolos vanos, pero yo confío en el Señor. 8 Gozaré y me alegraré de tu bondad porque has mirado mi aflicción y comprendido la angustia de mi alma; 9 no me dejaste en manos del enemigo, me has hecho caminar a campo abierto. 10 Ten piedad de mí, Señor, pues estoy angustiado; mis ojos languidecen de tristeza. 11 Mi vida se consume en la aflicción y mis años entre gemidos; mi fuerza desfallece entre tanto dolor y mis huesos se deshacen. 12 Mi enemigo se alegra, mis vecinos se horrorizan, y se espantan de mí mis conocidos: si me ven en la calle, se alejan de mí. 13 Se olvidaron de mí, como de un muerto, soy como un objeto inservible. 14 Oigo los cuchicheos de la gente, y se asoma el terror por todas partes. Se unieron todos en mi contra, tramaron arrebatarme la vida. 15 Pero yo, Señor, confío en ti, yo dije: Tú eres mi Dios. 16 Mi porvenir está en tus manos, líbrame de los enemigos que me persiguen. 17 Que sobre tu servidor brille tu rostro, sálvame por tu amor. 18 A ti clamé, Señor, no sea confundido; confundidos sean los impíos, lánzalos a la mansión del silencio. 19 Enmudece los labios embusteros, que hablan insolencias contra el justo con orgullo y desprecio. 20 Qué bondad tan grande, Señor, es la que reservas para los que te temen. Se la brindas a los que en ti esperan, a la vista de los hijos de los hombres. 21 En secreto, junto a ti los escondes, lejos de las intrigas de los hombres; los mantienes ocultos en tu carpa, y los guardas de las querellas. 22 Bendito sea el Señor, su gracia hizo maravillas para mí: Mi corazón es como una ciudad fuerte. 23 Yo decía en mi desconcierto: «Me ha arrojado de su presencia». Pero tú oías la voz de mi plegaria cuando clamaba a ti. 24 Amen al Señor todos sus fieles, pues él guarda a los que le son leales, pero les devolverá el doble a los soberbios. 25 Fortalezcan su corazón, sean valientes, todos los que esperan en el Señor.

Súplica de un enfermo que se reconoce culpable – Salmo 38

2 Señor, no me reprendas en tu enojo, ni me castigues si estás indignado. 3 Pues tus flechas en mí se han clavado, y tu mano se ha cargado sobre mí. 4 Nada quedó sano en mí por causa de tu ira, nada sano en mis huesos, después de mi pecado. 5 Mis culpas llegan más arriba de mi cabeza, pesan sobre mí más que un fardo pesado. 6 Mis llagas supuran y están fétidas, debido a mi locura. 7 Ando agobiado y encorvado, camino afligido todo el día. 8 Mi espalda arde de fiebre y en mi carne no queda nada sano. 9 Estoy paralizado y hecho pedazos, quisiera que mis quejas fueran rugidos. 10 Señor, ante ti están todos mis deseos, no se te ocultan mis gemidos. 11 Mi corazón palpita, las fuerzas se me van, y hasta me falta la luz de mis ojos. 12 Compañeros y amigos se apartan de mis llagas, mis familiares se quedan a distancia. 13 Los que esperan mi muerte hacen planes, me amenazan los que me desean lo peor, y rumian sus traiciones todo el día. 14 Pero yo, como si fuera sordo, no oigo; soy como un mudo que no abre la boca, 15 como un hombre que no entiende nada y que nada tiene que contestar. 16 Pues en ti, Señor, espero; tú, Señor mi Dios, responderás. 17 Yo dije: «Que no se rían de mí, ni canten victoria si vacilan mis pasos». 18 Ahora estoy a punto de caer, y mi dolor no se aparta de mí. 19 Sí, quiero confesar mi pecado, pues ando inquieto a causa de mi falta. 20 Son poderosos mis enemigos sin causa, incontables los que me odian sin razón. 21 Me devuelven mal por bien, y me condenan porque busco el bien. 22 ¡Señor, no me abandones, mi Dios, no te alejes de mí! 23 ¡Ven pronto a socorrerme, oh Señor, mi salvador!

Acción de gracias de un enfermo restablecido – Salmo 41

2 Feliz el que se acuerda del pobre y del débil, en el día malo lo salvará el Señor; 3 el Señor lo guardará, lo mantendrá con vida y feliz en esta tierra: – no lo dejarás en manos de sus enemigos- 4 El Señor lo acompaña en su lecho de dolor y le arregla la cama mientras está enfermo. 5 Yo dije: «Señor, apiádate de mí, sáname porque he pecado contra ti». 6 Mis enemigos me desean lo peor: «A ver si se muere y ya no se habla más de él». 7 Si alguien viene a verme, habla por hablar, pero se informa para dañarme; apenas está fuera, esparce sus rumores. 8 Mis enemigos se juntan y cuchichean, mientras comentan mi mal: 9 «Este ataque no es una cosa buena, cayó a la cama para no levantarse». 10 Hasta mi amigo seguro en el que yo confiaba, que mi pan compartía, se ha vuelto en contra mía. 11 Pero tú, Señor, ten piedad de mí, ponme en pie, que quiero pagarles con lo mismo. 12 Que mis enemigos no canten victoria, y reconoceré que me valoras. 13 Tú me asistirás, Señor, porque no hay falta en mí, y me mantendrás en tu presencia para siempre. 14 ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, desde siempre y para siempre! ¡Así sea!

Lamentación en medio de un peligro mortal – Salmo 88

2 Señor, mi Dios, te clamo a ti de día, y de noche me quejo en tu presencia. 3 Que hasta ti llegue mi oración, presta atención a mi clamor. 4 Pues de pruebas mi alma está saturada y mi vida está al borde del abismo. 5 Me cuentan entre los que bajan a la fosa, soy un hombre acabado, 6 que ya tiene su cama entre los muertos, parecido a los cuerpos tirados en la tumba, de los cuales ya no te acuerdas, y que se han sustraído de tu mano. 7 Me arrojaste a las cavernas inferiores, a las tinieblas, a los abismos; 8 tu cólera ha pesado sobre mí y me han arrollado todas tus olas. 9 Alejaste de mí a mis conocidos, hiciste que me miraran con horror. Estoy encerrado y no puedo salir, 10 el sufrimiento mis ojos ha gastado. Señor, a ti clamo todo el día, y mis manos extiendo hacia ti. 11 ¿Harás milagros para los difuntos, se levantarán sus sombras para alabarte? 12 ¿Se hablará de tu bondad entre los muertos, de tu lealtad donde todo está perdido? 13 ¿Admirarán tus maravillas en lo oscuro, y tu justicia en la tierra del olvido? 14 Yo, por mi parte, clamo a ti, Señor, y de mañana sube a ti mi oración. 15 ¿Por qué, Señor, entonces, me rechazas y me escondes tu cara? 16 Soy pobre y enfermizo desde niño, sufrí tus golpes y me quedo sin fuerzas; 17 tus cóleras han pasado sobre mí, tus espantos me han aniquilado. 18 Como las aguas me arrollan todo el día, y me cercan todos de una vez. 19 De mí alejaste amigos y compañeros, y son mi compañía las tinieblas.

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