Vida y Obra de San Antonio de Padua

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Vida y Obra de San Antonio de PaduaSan Antonio de Padua nació en Lisboa el 15 de agosto de 1195, con el nombre de Fernando de Bulhões, en el seno de una familia pudiente descendiente del cruzado Godofredo de Bouillon, y murió en Padua el 13 de junio de 1231.

Uno de los santos que más se han granjeado el corazón y la estima del pueblo cristiano es San Antonio. Llámasele, según famosa frase de León XIII, «el santo de todo el mundo»; pero es conocido, amado e invocado preferentemente por el pueblo humilde, que ha vislumbrado en él al dispensador de los tesoros celestiales y al protector decidido de los intereses de los pobres. La historia, principalmente la más antigua biografía del Santo paduano, conocida por el nombre de Assidua, nos da en síntesis una perfecta semblanza del mismo.

Escasas e imprecisas son las noticias de los primeros biógrafos sobre la cuna e infancia del Santo. Ninguno de ellos señala el año de su nacimiento, que, por conjeturas y deducciones, los autores modernos fijan entre los años 1188 y 1191. Según el más antiguo biógrafo, nació en Lisboa, «ciudad situada en los confines de la tierra», en una casa que poseían sus padres cerca y al norte de la catedral, en cuyo baptisterio recibió las aguas bautismales a los ocho días de su nacimiento, imponiéndosele el nombre de Fernando. Sus años juveniles deslizáronse en el seno de la familia, convertido en el hechizo de sus padres, por ser el primogénito y por aparecer dotado de índole buena, probidad e integridad de costumbres. Desde su más tierna edad profesó una especial devoción hacia la Virgen Santísima, a la cual se consagró y escogió por institutriz, guía y sostén de su vida y muerte. El historiador Surio dice de él que visitaba a menudo las iglesias y monasterios de la ciudad y que era compasivo con los pobres, a quienes socorría en sus necesidades.

Juntamente con la educación religiosa proveyeron sus padres a la educación intelectual de su hijo, al confiarle a los desvelos del maestrescuela de la catedral, para que lo iniciara en los rudimentos de la gramática, retórica, música, aritmética, geografía y astronomía, materias que constituían el plan de estudios de las escuelas catedralicias de aquel tiempo.

Dicen sus biógrafos que San Antonio de Padua fue acometido en su juventud por la violencia de las pasiones; pero añaden que el «casto joven nunca, ni por un instante, se rindió a las exigencias de la pubertad y del placer». Estas crisis pasionales que asaltan a la juventud, y que para muchos jóvenes son el principio de una vida de pecado, fueron para San Antonio de Padua la piedra de toque que le movió a encauzar su vida por otras sendas que estuvieran al abrigo del demonio de la impureza. De ahí su decisión de ingresar en el monasterio de San Vicente de Fora, situado en las afueras de Lisboa, sobre una pequeña colina, y habitado por hombres honorabilísimos por su piedad.

Dos años moró  San Antonio de Padua en el monasterio de San Vicente, hasta que, a causa de las frecuentes visitas de familiares y amigos que le impedían la paz y recogimiento, decidió pedir su traslado a la casa madre de Coimbra, en donde ingresó a los diecisiete años de edad. Aquí llevó una vida tan fervorosa que los antiguos biógrafos aseguran que en este tiempo escaló Fernando las cimas de la santidad. Al intenso trabajo espiritual acompañaba siempre el estudio, que consideraba como complemento y perfección de su vida de piedad. Aunque muy amplios, sus estudios tendían exclusivamente al conocimiento más perfecto de la Sagrada Escritura.

Atendiendo al ambiente político-religioso del monasterio de Santa Cruz durante los tiempos en que moró allí  San Antonio de Padua, sacamos la conclusión de que su santidad y ciencia fueron más bien producto de su esfuerzo personal y de la gracia que imposiciones del medio ambiente. En una atmósfera de luchas, intrigas y defecciones dolorosas vivía el joven Fernando entregado a la oración y al estudio. La virtud se robustece en la adversidad, y, lejos de escandalizarse por la conducta equívoca de algunos prohombres del monasterio, se impuso una vida más intensa de espiritualidad. Sin embargo, más de una vez soñó en la posibilidad de abrazar otro género de vida más perfecto y más al abrigo del mundanal ruido. La vida simple de los pobrecillos hijos de San Francisco de Asís del eremitorio de San Antonio de Olivares, de Coimbra, le atraía irresistiblemente. Tuvo Fernando su primer contacto con dichos frailes al hospedarse en el monasterio los protomártires franciscanos de Marruecos, a su paso por Coimbra en dirección a Africa. Además, los frailes de Olivares acudían al monasterio en busca de limosna, a los que atendía el joven monje, que, según testimonio de Azevedo. tenía a su cargo la hospedería.

A este cenobio fueron después traídos los cuerpos de los protomártires de Marruecos. ¿Qué impresión producirían en el ánimo de Fernando los despojos mortales de aquellos intrépidos soldados de la fe? Despertaron en él el deseo de consagrarse al apostolado entre infieles y morir mártir de Cristo. Era imposible realizar sus sueños mientras permaneciera en Santa Cruz de Coimbra, porque el monasterio no tenía en su programa de vida las misiones entre infieles y sólo podía llevarlo a cabo en el supuesto de profesar en una Orden como la franciscana; pero para efectuar este tránsito debía contar con la autorización de los superiores de ambas Ordenes.

Un día, según costumbre, los frailes de San Antonio de Olivares acudieron al monasterio en busca de limosna y Fernando, en secreto, les contó su propósito, diciéndoles: «Hermanos, recibiría con entusiasmo el hábito de vuestra Orden si me prometierais enviarme, luego de haber entrado, a tierra de sarracenos para que sea partícipe de la corona de los santos mártires». Los frailes le dieron palabra y fijaron para la mañana siguiente el ingreso en la Orden franciscana. Aquella noche, según el biógrafo más autorizado, arrancó Fernando a duras penas y a base de muchos ruegos el permiso del prior del monasterio. Con el fin de vencer dificultades de parte de sus familiares y de algunos monjes de Santa Cruz se convino en cambiar su nombre de Fernando por el de Antonio, que era el titular del eremitorio donde residían los franciscanos, y en mandarle cuanto antes a tierra de infieles. La ceremonia de la imposición de hábito al nuevo candidato fue rápida y sencilla, por razón de que el prior, el monasterio, la diócesis y todo el reino estaban en entredicho por el arzobispo de Braga, y, según el derecho, se prohibía la celebración pública de la santa misa y del oficio divino.

Vida y Obra de San Antonio de Padua

Oración de consagración al Sagrado Corazón de Jesús

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Oración de consagración al Sagrado Corazón de Jesús¡Señor mío y Dios mío Jesucristo!
adoro reverentemente tu corazón
inflamado de amor y herido
por nuestros pecados,
quiero ratificar cada día
mi consagración bautismal a ti
y servirte fielmente según ella por amor.

Me uno a tus designios de redención y salvación
y quiero hacer del sacrificio de la cruz y de la misa
el centro de mi vida, que me impulsen
a crecer en tu amor y cooperar a la expansión de tu reino
en nuestra patria y en el mundo entero.

¡Oh Jesús, vivo y glorioso en el cielo y en el Sagrario!
me entrego del todo a ti y confío plenamente en ti
todos los momentos de mi vida
y sobre todo en la hora de mi muerte
que acepto humildemente desde este momento
como la mayor muestra de acatamiento
y gratitud al amor de tu corazón.

¡Oh corazón de Jesús me entrego a ti
por manos de tu madre!
espero que no quedará frustrada mi esperanza
Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.

Perdón Amor – Padre Ignacio Larrañaga

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Talleres de oración y vida

Perdón Amor - Padre Ignacio LarrañagaFue una noche de luna llena, pero también una noche de gritos, sudor, sangre y lagrimas según los evangelios allá en el olivar. El problema no era si Jesús moría o no moría, sino si moría voluntariamente. El Señor de la historia, el Padre, había permitido que el hijo fuera eliminado de aquella manera y a aquella edad, y el hijo después de gritar y llorar, sudando sangre, aceptó aquella voluntad y se entregó sin violencia a la violencia de los hechos, abandonándose en silencio y paz en las manos de quien permitió su martirio y del gran combate surgió la gran victoria.

El combate (agonía, que eso es lo que significa) había sido entre lo que Yo quiero y lo que quieres Tu. Tomó Jesús a los tres confidentes y delante de ellos comenzó a sentir horror y angustia y les hizo esta terrible confesión «Siento tristeza de muerte» o «Me muero de tristeza». Se apartó de ellos y caído en tierra decía: «Papá querido todo es posible para ti, aparta de mí este cáliz, pero si no es posible, no se haga lo que yo quiero sino lo que quieras tu». Una noche oscura se había apoderado del alma de Jesús, le parecía que el Padre estaba lejos o simplemente no estaba. Como no había consolación divina, buscó consolación humana. Se levantó, se fue donde ellos estaban y los encontró dormidos. «Estén despiertos y oren» les advirtió.

Los dejó, regresó a la soledad y entrando en agonía oraba más angustiosamente repitiendo las mismas palabras «aparta de mí este cáliz, pero si no es posible que pase de mí este cáliz sin que yo lo beba, no se haga lo que yo quiero sino lo que quieras tu». La gran crisis estaba en su apogeo. En su terrible soledad, de nuevo buscó Jesús un poco de consolación volviendo a sus tres confidentes. Vana ilusión, seguían dormidos, nada les dijo, regresó al lugar de la agonía repitiendo «si no es posible que pase de mi este cáliz sin que yo lo beba, no se haga lo que yo quiero sino lo que quieras tu». Volviendo a repetir las mismas palabras: «hágase, hágase».

Se levantó por tercera vez y se fue de nuevo a donde ellos estaban, pero esta vez les dijo resueltamente, «Basta ya, llegó la hora. Levántense y vámonos» como si dijera «basta de vacilaciones, basta de reclamos, basta de lagrimas, basta de miedos, basta de angustias y protestas, basta de quejas y cobardías, llegó la hora, la hora de la resolución y de la entrega, levántense y vámonos» Y emprendió la peregrinación del dolor y amor hacia la muerte, y avanzó silenciosamente pero resueltamente, con la mirada fija en la voluntad del Padre, sin un gesto de amargura, vestido de serenidad y paz hasta el final.

Para todos ustedes llegó también la hora, la hora del «basta ya». Ya lloraron bastante, ya pasaron demasiadas noches sin dormir, ya echaron las culpas a medio mundo, ya reclamaron demasiado, ya dieron rienda suelta al rencor, a los impulsos de venganza, basta ya, basta de quejas, basta de llantos, basta de reproches, basta de echar las culpas a los demás, basta de reclamar contra Dios. Llegó la hora, la hora de callar, de silenciar la mente, reclinar la cabeza, extenderle un cheque en blanco y quedarse abandonados en sus manos en silencio y paz.

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Otras entradas del padre Ignacio larrañaga

Conversión: de testigo de Jehová a Católico

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Testimonio de conversión de Antonio Carrerra

Conversión de testigo de Jehová a CatólicoFui católico durante los primeros 28 años de mi vida y, a partir de 1961, fui un enemigo enconado de ella, al hacerme testigo de Jehová. Permanecí 13 años encadenado a esta secta y ocupé en ella altos cargos de dirigente. Fui miembro del Comité de la Congregación, superintendente de campo, siervo de la escuela, conferenciante…

El primer contacto con los «testigos» suele ser deslumbrador. Te ofrecen ingresar a un mundo en el que todas las personas son excelentes, bondadosas y amorosas en grado máximo. En las primeras reuniones te aturden con tanto saludo y amabilidades, pero esto dura poco tiempo. Después, nadie se preocupará de ti, a no ser para ver si faltas a las reuniones o si no haces el trabajo de visitar hogares y ofrecer su literatura.

Desde el principio, te llenarán la cabeza de folletos y revistas de la secta, cobrándotelos naturalmente. Un miembro de la misma te instruirá semanalmente para que aceptes todas sus enseñanzas, aunque sean tales como dejar morir a un familiar antes de ponerle transfusión de sangre o tener odio contra toda religión y gobierno. En las cinco horas de reunión semanal, aparte de lo que estudies en tu casa, te inculcarán predicar más y repartir más libros, porque el fin del mundo está cerca y sólo se salvarán los que sean testigos. Yo vendí 4.800 libros y revistas, trabajé unas 3.600 horas.

Ellos dicen que son profetas (Atalaya, año 1962/212/15). Pero son falsos, porque en sus mismos libros de años atrás anunciaban el fin del mundo, que nunca llegó. Ante tantos errores, cambios e incumplimientos de profecías, nunca van a decir que se equivocaron, sino que Dios les está revelando las cosas progresivamente. Pero una cosa es revelación progresiva y otra revelación contradictoria. Conversión: de testigo de Jehová a Católico

Didajé: la enseñanza de los 12 apóstoles

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Didajé: la enseñanza de los 12 apóstolesLa Didaché o Enseñanza de los Doce Apóstoles es uno de los escritos más venerables que nos ha legado la antigüedad cristiana. Baste decir que su composición se data en torno al año 70; casi contemporáneamente, por tanto, a algunos libros del Nuevo Testamento.

Aletea en su contenido la vida de la primitiva cristiandad. A través de formulaciones claras, asequibles tanto a mentes cultas como a inteligencias menos ilustradas, se enumeran normas morales, litúrgicas y disciplinares que han de guiar la conducta, la oración, la vida de los cristianos. Se trata de un documento catequético, breve, destinado probablemente a dar la primera instrucción a los neófitos o a los catecúmenos.

Se desconoce el autor y el lugar de composición de la Didaché. Algunos estudiosos hablan más bien de un compilador, que habría puesto por escrito algunas enseñanzas de la predicación apostólica. Se sitúa su redacción en suelo sirio o tal vez egipcio.

En este libro se distinguen cuatro partes. La primera, de contenido catequético-moral, está basada en la enseñanza de los dos caminos que se le presentan al hombre: el que conduce a la vida y el que lleva a la muerte eterna. La segunda parte, de carácter litúrgico, trata del modo de administrar el Bautismo-puerta de los demás sacramentos-, del ayuno y la oración-muy practicados por los primeros cristianos-y de la celebración de la Eucaristía. La tercera parte trata de la disciplina de la comunidad cristiana y de algunas funciones eclesiásticas. Se explica también, sintéticamente, el modo de celebrar el día del Señor (nuestro actual domingo), y se alude-entre otras-a dos costumbres que manifiestan la finura de caridad que practicaban nuestros primeros hermanos en la fe: la hospitalidad-con advertencias ante los abusos de quienes buscaban vivir a costa de los demás-y la corrección fraterna. La última sección comienza parafraseando la exhortación de Jesús a vivir vigilantes, a prepararse para la hora en la que el Señor viene. Esta parte acaba con una síntesis de las principales enseñanzas escatológicas pronunciadas por el Maestro.

LOARTE

La Didache

La Didache(Didajé) , o Enseñanzas de los Doce Apóstoles, fue escrito entre el año 65 y 80 de la era cristiana e impreso en 1883, diez años después de haber sido encontrado en Macedonia, cerca de Constantinopla. Es considerado como el documento cristiano más antiguo. Da los puntos de vista de los comienzos de la Iglesia y fue altamente apreciado por los Primeros Padres. Son de una gran enseñanza para todos nosotros y a través de ellos pareciera que estamos escuchando a los Apóstoles hablándonos y enseñándonos.

CAPITULO 1

1:1 Hay dos caminos, el de la vida y el de la muerte, y grande es la diferencia que hay entre estos dos caminos.
1:2 El camino de la vida es éste: Amarás en primer lugar a Dios que te ha creado, y en segundo lugar a tu prójimo como a ti mismo. Todo lo que no quieres que se haga contigo, no lo hagas tú a otro.

1:3 Y de estos preceptos la enseñanza es ésta:
Bendecid a los que os maldicen y rogad por vuestros enemigos, y ayunad por los que os persiguen. Porque ¿qué gracia hay en que améis a los que os aman? ¿No hacen esto también los gentiles? Vosotros amad a los que os odian, y no tengáis enemigos.

1:4 Apártate de los deseos carnales. Si alguno te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele la izquierda, y serás perfecto. Si alguien te fuerza a ir con él durante una milla, acompáñale dos. Si alguien te quita el manto, dale también la túnica. Si alguien te quita lo tuyo, no se lo reclames.

1:5 A todo el que te pida, dale y no le reclames nada, pues el Padre quiere que se dé a todos de sus propios dones. Bienaventurado el que da conforme a este mandamiento, pues éste es inocente. ¡Ay del que recibe! Si recibe porque tiene necesidad, será inocente; pero si recibe sin tener necesidad, tendrá que dar cuenta de por qué recibió y para qué: puesto en prisión, se le examinará sobre lo que hizo, y no saldrá hasta que no devuelva el último cuadrante. 1:6 También está dicho acerca de esto: que tu limosna sude en tus manos hasta que sepas a quién das.

CAPITULO 2 Didajé: la enseñanza de los 12 apóstoles

Eucaristía: Alma, Cuerpo, Sangre y Divinidad de Jesús

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Eucaristía: Alma, Cuerpo y Divinidad de JesúsPor 2000 años en la Iglesia Católica, desde la primera generación de apóstoles en delante, una creencia ha permanecido invariable, Jesucristo, de una manera misteriosa, permanece entre nosotros a través de su presencia real en la eucaristía. Fue Jesús mismo el que dijo: «Yo soy el pan vivo que bajó del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre, El que coma mi pan y beba mi sangre tendrá vida eterna».

Durante 2000 años la Iglesia Católica ha enseñado que en el santísimo sacramento de la Eucaristía, el cuerpo y la sangre, junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo y por lo tanto todo Cristo, está contenido en una forma real, verdadera y substancial. En su presencia eucarística Jesús vive entre nosotros como el que nos amó y se dio a sí mismo por nosotros.

San Juan Vianney, el cura de Ars, fue el que quizás lo expresó con mayor simpleza y elocuencia. Cada vez que San Juan Vianney predicaba, se volteaba hacia el tabernáculo y para que todos lo vieran apuntaba con el dedo hacia el tabernáculo diciendo «ahí está Jesús, el que nos ama tanto».

Víctor Negrone ha sido ministro eucarístico por años en la Iglesia de San Mateo, en San Antonio Texas, y los domingos por la mañana lleva la comunión a los hospitales y hogares de ancianos. Al crecer su familia le preocupó estar fuera de su casa por casi toda la mañana del domingo. Al hacer memoria Víctor sabe que él empezó a dar por seguro el ministerio y el poder de su ministerio eucarístico. Hasta que un domingo en la mañana todo cambió. Un encuentro con usa señora católica joven, paciente de un hospital de San Antonio, que él visitaba, cambiaría para siempre su compresión y amor por la eucaristía.

Toqué a la puerta de la habitación y nadie me respondió, empujé ligeramente y la puerta se abrió, pude ver a una señora joven de unos 30 años de edad, me presenté y le dije que yo era un ministro católico de la eucaristía, «estoy aquí para ofrecerle la eucaristía, si usted está preparada para recibirla» y de repente lagrimas comenzaron a salir de sus ojos, se emocionó y comenzó a llorar. Pensé que yo había hecho algo malo porque no sabía qué era lo que había podido molestar a esta joven señora. Le pedí todo tipo de disculpas y ella me hizo un gesto como diciendo que esperara hasta que pudiera hablarme. Yo le dije: «Perdón si interrumpo en un mal momento, volveré después». Ella contestó «Oh no, no, no. Es que este año ha sido muy difícil para mí, pero mientras yo miraba la ventana pensaba en la causa por la que Dios me había abandonado, y usted entró en la habitación».

Créanme sentí algo muy fuerte dentro de mí, que me hizo pensar en algo que no había pensado hasta ese momento y era que ese recipiente, esa pequeña cajita que llevaba en el bolsillo con las sagradas formas contenían el cuerpo, la sangre y el alma de Dios nuestro Señor.
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