Su madre le odiaba, se vendía por dinero, robaba y se drogaba, en la cárcel le violaron, mató a un hombre a golpes y fue condenado a pasar el resto de su vida entre rejas. Pero cuando le predicaron el amor de Dios supo que podía ser libre de verdad.
Flame Ministries (www.flameministries.org) es una comunidad católica de evangelización y predicación itinerante, con sede en Perth (Australia), pero con actividad en muchos países de habla inglesa. En Estados Unidos conocieron a Danny Costello, un hombre condenado a cadena perpetua por asesinato, con un pasado durísimo, pero que hoy predica en la cárcel a Jesucristo y su poder transformador. Falem Ministries ha divulgado su historia.
«Ya no me importa si estoy dentro o fuera de la cárcel, siempre predicaré la verdad de Jesucristo, porque en mi interior ahora soy plenamente libre, Él me liberó y siempre le estaré agradecido», afirma Costello. Lo impresionante en esta historia es la acumulación de oscuridad y pobrezas en el pasado de Danny Costello.
Una madre que le odiaba
Todo empezó antes incluso de sus primeros recuerdos: su madre intentó matarle porque ella quería una niña. Él sobrevivió, pero ella le pegaría y despreciaría toda su infancia: «me escupía en la cara y me decía que no era mi madre y que por qué no me iba y me moría de una vez».
Empezó a fumar porros y beber alcohol con 8 años. Su madre no le dejaba ir a la escuela. Él se escapaba, se juntaba con pandillas, entraba y salía de casas de acogida donde no le importaba a nadie. «Si mi madre no me quiere, es que nadie me va a querer», pensaba. Era un crío pero ya robaba en gasolineras y entraba en casas para llevarse lo que encontrara. Mendigaba para pagarse vino barato, pasaba algún tiempo en centros de detención de menores y comía a veces de los cubos de basura.
Cobrar por sexo
Un día, en la cola para la sopa de los sin techo, conoció a un hombre homosexual que le convenció para que se acostase con él. De esa experiencia sacó una conclusión: nadie le quería, pero eso, el sexo, era algo que algunos deseaban de él, probablemente lo único que los demás querían de él. Pasó tres meses en prisión por robos en casas, y al volver a su barrio unos amigos le llevaron a un bar gay y le dijeron que en vez de robar «nos pagarán a cambio de sexo». «Estais locos, yo no soy un maricón», les dijo. «Tío, en este bloque lo hace todo el mundo».
Así, antes de los 15 años, Danny se estableció como prostituto homosexual, y consiguió dinero para volcarse en las drogas duras. Pensaba que ahora sí había gente que le quería, le pagaba, le compraba ropa. Pero no era feliz, no tenía un hogar y a veces dormía en las calles o en cementerios, «donde a la gente le daba miedo entrar y no me molestaban». Aún así, no dejó de ir con bandas, dañar gente, robar… y le volvieron a encerrar una temporada por prender fuego a una casa.
Debe estar conectado para enviar un comentario.