A las Ranitas que Viven en un Pozo

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Bella historia de una nutrida comunidad de ranitas que viven en el fondo de un pozo, donde solo ven un poco de lo que sucede fuera de ese pozo. Reflexión de Manuel Franco.

Después de que tomaron preso a Juan, Jesús fue a Galilea y empezó a proclamar la Buena Nueva de Dios. Decía: «El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Cambien sus caminos y crean en la Buena Nueva. Marcos 1,14-15.

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Las Bodas de Caná

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Segundo Domingo del tiempo ordinario

Bodas de caná

Evangelio según San Juan 2,1-11.
Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí.
Jesús también fue invitado con sus discípulos.
Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino».
Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía».
Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les diga».
Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: «Llenen de agua estas tinajas». Y las llenaron hasta el borde.
«Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete». Así lo hicieron.
El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo
y le dijo: «Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento».
Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

Reflexión de Juan Segura sobre el evangelio de las Bodas de Caná

Las Bodas de Caná – Eleen Rivero

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Eleen Rivero nos expone de una forma sencilla en sus clases de Evangelio Práctico el pasaje bíblico de las Bodas de Caná el cual celebraremos este domingo 20 de enero en toda la Iglesia Católica.

Reflexión de José Prado Flores sobre Las Bodas de Caná

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Reflexión de Jose Prado Flores sobre el pasaje de Las Bodas de Caná, del evangelio de San Juan 2,1-12.

Evangelio de San Juan 2,1-12. Tres días más tarde se celebraba una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. También fue invitado Jesús a la boda con sus discípulos. Sucedió que se terminó el vino preparado para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino. Jesús le respondió: «Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? Aún no ha llegado mi hora. Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan lo que él les diga. Había allí seis recipientes de piedra, de los que usan los judíos para sus purificaciones, de unos cien litros de capacidad cada uno. Jesús dijo: «Llenen de agua esos recipientes. Y los llenaron hasta el borde. Saquen ahora, les dijo, y llévenle al mayordomo. Y ellos se lo llevaron. Después de probar el agua convertida en vino, el mayordomo llamó al novio, pues no sabía de dónde provenía, a pesar de que lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Y le dijo: «Todo el mundo sirve al principio el vino mejor, y cuando ya todos han bebido bastante, les dan el de menos calidad; pero tú has dejado el mejor vino para el final. Esta señal milagrosa fue la primera, y Jesús la hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. Jesús bajó después a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y sus discípulos, y permanecieron allí solamente algunos días.

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Jesús y la Virgen María en las Bodas de Caná

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Bodas de Caná

En el siguiente artículo encontrarás un amplísimo recorrido bíblico en el que se explica lo que sucede en las Bodas de Caná y sobre todo el trasfondo qu tiene y que la iglesia lo ha venido desvelando con el paso de los siglos.

MARÍA EN LAS BODAS DE CANÁ

Jn 02, 01-12  M/BODAS-DE-CANA  CANA/BODAS

Juan escribe su evangelio en torno al 90-100 d.C. Es, por tanto, el autor más tardío del NT, como tal, transmite a la iglesia una de las reflexiones más maduras sobre la persona y la obra del Salvador.

Alude a la madre de Jesús en el prólogo (1,13), con tal que se acepte la lectura de este versículo en singular. Luego, en el c. 6, v. 42, recoge este comentario de los judíos: «¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y cuya madre nosotros conocemos? ¿Cómo dice ahora: He bajado del cielo?» Pero los dos pasajes Marianos clásicos del cuarto evangelio son las bodas de Caná (2,1-12) y la escena del Calvario (19,25-27): dos episodios estrechamente relacionados, ya que se apelan mutuamente como si fueran una gran inclusión. Dedicaremos unas notas explicativas a cada uno de ellos.
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Caná es una aldea de Galilea, mencionada tres veces en el evangelio de Juan (2,1; 4,46; 21,2). Flavio Josefo (s. I d.C.) la recuerda en su autobiografía. En cuanto a su ubicación los pareceres no van de acuerdo. Los autores medievales con algunos modernos, opinan que se trata de Kirbet Qana, localidad en ruinas situada en el límite septentrional de la llanura de Battôf al abrigo de una montaña. Está bastante cerca de Séforis, una ciudad importante de Galilea, a unos 14 kms. al norte de Nazaret. Pero de ordinario se localiza a Caná en la alegre aldea de Kefar-Kana, a unos 8 kms. al nordeste de Nazaret, en el camino que lleva a Tiberíades.

Un día, en aquella aldea, se celebraban unas bodas (Jn 2,1a). María estaba entre los invitados a su celebración, quizá por motivos de parentesco. En efecto, una tradición cristiana del s. XII (referida, por ej., por Juan de Würzburgo en 1165) dice que Séforis era la patria de Ana de la que —como atestigua el Protoevangelio de Santiago (s. II)— nació la Virgen. Y Séforis se encontraba cerca de Caná. La invitación se extendió también a Jesús y a sus discípulos (v. 2). En el origen de este gesto de cortesía había probablemente motivos de amistad. En efecto, Juan nos informa que Natanael uno de los apóstoles escogidos por Jesús (Jn 1,43-51), era precisamente natural de Caná (21,2).

Según las costumbres del AT, las fiestas de la boda duraban normalmente siete días (Gén 29 27, Jue 14,12; Tob 11,20), pero podían prolongarse durante dos semanas (Tob 8,20; 10,8). Y eran lógicamente la ocasión de un alegre banquete (Gén 29,22; Jue 14,10, Tob 7,14), servido de ordinario en casa del esposo (cf Mt 22,2). Por tanto, se necesitaba —como es fácil comprender— tener una buena provisión de vino. Y esto fue lo que falló en Caná (v. 3a).

El malestar de la situación no se le pasó de largo a la atención femenina de María, que puso al corriente de ello a su Hijo (v. 3b). Después de una respuesta un tanto enigmática (v. 4), Jesús escuchó la petición de la madre. En efecto, convirtió en vino copioso el agua contenida en las seis tinajas, puestas allí para las abluciones rituales que los judíos realizaban antes de sentarse a la mesa (vv. 6-10). De esta forma Jesús dio comienzo a sus prodigios y fue aquél el signo que suscitó la fe incipiente de los discípulos en él como mesías (v. 11). Todo esto —podemos pensarlo así— constituye el núcleo de lo que ocurrió en Caná, durante aquel banquete de bodas que estuvo a punto de terminar con una amarga desilusión.

Juan, que era probablemente uno de los comensales, registra este episodio en su evangelio. Cuando él escribe (entre el 90 y el 100), recuerda e interpreta al mismo tiempo. El Espíritu Santo, derramado por Jesús resucitado, guiaba a la iglesia hacia la comprensión más plena de las palabras y de los gestos de Jesús (cf Jn 14,25-26, 16,13-15). «Lo que yo hago —decia el Señor a Pedro durante el lavatorio de los pies en la última cena— ahora tú no lo entiendes; lo entenderás más tarde»(Jn 13,7). Gracias al don clarificador del Espíritu Juan está en disposición de penetrar en el sentido arcano que se escondía en aquel episodio de las bodas de Caná. Justamente él lo define como un signo (v. 11), es decir, como un hecho que en sus apariencias exteriores remite a una realidad más intima, más oculta, inherente en definitiva al misterio mismo de la persona de Jesús.

En las siguientes lineas nos limitaremos a algunas reflexiones sobre la presencia y la función que tuvo María en aquella epifanía incipiente de su Hijo. Jesús y la Virgen María en las Bodas de Caná

Despertar de la Conciencia – Marino Restrepo

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Marino Restrepo nos habla de la necesidad del despertar de la conciencia para estar muy atentos en estos momentos de batalla espiritual, sin tambalear o descuidarnos pues es en esta época donde debemos estar vigilantes, pero con la conciencia de que Cristo prometió que siempre estará con nosotros.

El Espíritu Santo que se manifiesta constantemente en la iglesia, en los corazones de cada uno de nosotros, nos lleva como una unidad santificadora y purificadora en este peregrinar por la tierra, en este exilio y cada uno de nosotros, entre más nos compenetramos con esa mística de la presencia de Dios en tantas forma dentro de la Iglesia, en especial en la Eucaristía, pues nos vamos compenetrando en un solo cuerpo, fortaleciendo la iglesia a pesar de todas las batallas y a pesar de los tiempos, a pesar de que en este momento vivimos ese espíritu de indiferencia, de sequedad, de superficialidad, de rebeldía, de materialismo, un espíritu que se ha robado gran parte de la unción, pero es parte de la batalla espiritual. Es como decir: cuando los soldados se van a la guerra, en un momento dado están entusiasmados a batallar con mucha valentía, sin miedo y sin pereza y hay momentos en que si la batalla es muy larga, comienza en algunos lados a cansarse, a perder el entusiasmo, a perder la fe, la esperanza y la valentía y eso es parte de una batalla inevitable. Tenemos que mantenernos firmes, alimentándonos bien para que el cansancio nos tome por sorpresa y de repente dejemos las armas y nos sorprenda el enemigo.

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